Nana Komatsu, conocida cariñosamente como Hachi, es la otra protagonista del aclamado manga y anime NANA de Ai Yazawa. A diferencia de Nana Osaki, Hachi tiene una personalidad dulce, soñadora y a veces ingenua. Su apodo, que proviene del número ocho en japonés (ya que “nana” también significa siete), simboliza su papel complementario en la historia: ella es la ternura frente al carácter fuerte de Osaki, el corazón frente al espíritu rebelde.
Desde el inicio, Hachi se muestra como una joven que busca desesperadamente el amor y el afecto. Se enamora con facilidad y, en muchas ocasiones, se deja llevar por sus emociones, lo que la conduce a tomar decisiones impulsivas. Esta necesidad constante de sentirse amada la vuelve vulnerable y, en algunos momentos, dependiente de los hombres en su vida. Sin embargo, esa misma sensibilidad es lo que la hace tan humana y cercana para el público.
Cuando se muda a Tokio con la intención de estar cerca de su entonces novio, su vida da un giro inesperado al conocer a Nana Osaki. Aunque al principio parecen muy distintas, entre ellas nace una amistad profunda y poderosa, que se convierte en el eje emocional de toda la historia. La relación entre ambas Nanas es una de las más conmovedoras y complejas del anime, llena de momentos de ternura, dolor, envidia, cariño y lealtad.
Con el tiempo, Hachi demuestra que no es solo una chica ingenua que busca amor, sino una mujer que aprende de sus errores y empieza a asumir responsabilidades, especialmente tras quedar embarazada. En un mundo que constantemente la juzga por sus decisiones, Hachi comienza a construir su propio camino, aunque eso signifique alejarse de las personas que más ama.
Hachi representa a muchas personas reales: aquellas que tropiezan, que lloran, que se aferran a sueños, pero que también crecen, maduran y aprenden a amarse a sí mismas. Aunque su evolución es sutil, es profundamente significativa.
A través de su historia, NANA nos enseña que la fuerza no siempre se manifiesta en gritos o rebeldía, sino en la capacidad de amar, de perdonar y de seguir adelante a pesar de las heridas. Y en eso, Hachi brilla con una luz propia, cálida y sincera.